martes, enero 29, 2008

34

Este post lo debí publicar la semana pasada, para ser exacto, el Lunes pasado, pero por motivos de fuerza mayor (o sea, me olvidé) recién sale ahora, espero sepan comprender.

Cuando tenía 4 años, mi mamá hizo un cebiche de cuyo sabor hasta ahora me acuerdo, y aprendí algunas canciones en japonés

A los 6 años, empezó a rondar por mi cabeza la idea de ser medico

A los 9 años, aprendí lo que es decirle adiós a una de las personas que más quieres en el mundo, mi abuela.

A los 11, empecé a tomar micros solo (estamos hablando de la época del primer gobierno de Alan, era una proeza subirse a uno en hora punta)

A los 13 aprendí que las chicas te pueden meter en problemas, sobre todo si la chismosa de la vecina le cuenta a tu madre que has estado por ahí de la mano con una flaca.

A los 14, en quinto de media, quise que la época del colegio no se acabe nunca

A los 15 aprendí que puedo ser astronauta y vivir en una estación espacial por un año, si comparo esa experiencia con estudiar todo el día para el examen de admisión y no salir ni para comer, tomando en cuenta que tengo baño en el cuarto.

A los 16 y 17 me di cuenta que mi cabeza no se ve bien sin pelo y que la Universidad es otra vaina, ahí si hay que estudiar en serio, y no es como el colegio donde mas o menos ya sabes quien estudia o sabe mas, ahí todos saben y estudian tanto como tu. Y aprendí a vivir solo.

A los 18 vi por primera vez un muerto de cerca, un cadáver para 7 alumnos de anatomía, y también supe lo que se siente al romperte un brazo y como pica usar un yeso.

A los 19 conocí a otras personas en mi promoción aparte de los amigos de mi grupo, una excursión al Cusco y hacer los Caminos del Inca favorecieron ese comportamiento

A los 20 entré oficialmente a un hospital como alumno de medicina, aprendí a preguntar, escuchar, observar y examinar, y aprendí también que las enfermedades tenían nombre, apellido, rostro y familia, y que hay todo un contexto detrás de cada paciente.

A los 21 viajamos a Iquitos, me divertí un montón, también entré a instrumentar en sala de operaciones por primera vez, también aprendí que si tomas ron como si fuera gaseosa en un campamento, tus amigos que están un poquito mas sobrios que tu te hacen honras fúnebres frente al mar y amaneces semienterrado.

A los 22 me di cuenta que no quería ser pediatra, a diferencia de la tercera parte de mi promoción, y tampoco psiquiatra, a diferencia de la cuarta parte de ella

A los 23 fui externo, aprendí que cuando quieres hacer algo bien se puede conseguir si es que tienes toda la voluntad para hacerlo, que dormir es mas importante que comer, y también aprendí que muchas veces es mejor el consuelo que el intento vano que termina en mas dolor.

A los 24 fui interno, y fue entonces que quise más que nunca que el tiempo se detenga para no tener que enfrentarme a la dura realidad.

A los 25 con mi titulo de agente 007 aprendí que eran las AFP, la CTS, las rentas de 4ta y 5ta, y aunque me importaban un comino siempre tenia frente a mi a los vendedores de seguros, y decidí cumplir con mi patria un año en el interior del país, y fue exactamente un año, no me quedé un solo día mas.

A los 26 pensé que era hora de dejar de estar soltero, y la mujer que me quita el sueño y se robó mi corazón no sabia en el lío en que se estaba metiendo.

A los 27 nació una niña que tiene la extraña peculiaridad de sacar a sus padres de sus casillas, a veces de manera alterna, a veces al mismo tiempo, y encima se las arregla para ser la primera en su colegio.

A los 28 ingresé a trabajar a un sitio que me aseguraba trabajo de por vida, había ingresado por concurso y estaba nombrado, con un sueldo para nada despreciable, y tomando una de las pocas decisiones que a veces he cuestionado en mi vida lo dejé porque ingresé a la residencia, ese año aprendí lo que significa ser un residente de primer año, un R1.

A los 29 me empecé a dar cuenta que mientras mas leía y aprendía, menos sabía, que la medicina está siempre dando palos de ciego, y que un R2 tiene el extraño don de la ubicuidad, ese año aprendí también que el internet es una defensa poderosa si te bajas las claves de algunas revistas médicas de acceso restringido e imprimes el artículo del día anterior para salvar el pellejo.

A los 30 me dieron un empujón y de repente ya era R3, y me dieron la Jefatura de aquel grupo de médicos jóvenes cuya prioridad es dormir llamados residentes, ese año interioricé que la medicina es un arte y también decidí que mi futuro mediato estaba fuera del país.

A los 31 me di cuenta cuanto quería a mi Universidad, no pasas casi 15 años en un sitio sin agarrarle cariño, y lo escribí lo mejor que pude en mi discurso de despedida. Nació una segunda niña mas que es mas traviesa que la mayor, y le dije adiós al resto de mi familia, mi Universidad, a mis amigos y a mi país y me embarqué en una versión extralarge de Lost in translation.

A los 32 ingresé al Doctorado, un mundo de investigación, tecnología, y bastante orden, algunas cosas con respecto a Japón me impresionaron, muchas me gustaron, y otras tantas me decepcionaron, lo mejor es que pude ver a mi padre después de 3 años, y lo malo fue que el Fuji no tenia nieve ese año.

A los 33 encontré que el don de la ubicuidad se cultiva, puedes estar haciendo el Doctorado, trabajando como investigador especial e intentando ser médico todo al mismo tiempo y en el mismo lugar, también aprendí de manera directa que alquilar un departamento en Japón es literalmente una odisea, todo sea por la familia que, felizmente llegó a fines del año pasado.

Y ahora, a los 34 que cumplí hace unos días, pues, que puedo decir, sigo aprendiendo a ser padre, esposo y médico, he visto otra vez mi nombre en el buscador mundial de Pubmed como coautor, mi hija menor ya vocaliza mejor y la mayor está aprendiendo japonés y adaptándose a la vida en un colegio público en estas tierras, mi esposa sigue estudiando también el idioma, y siento que el camino sigue y sigue, a veces me detengo a mirar atrás para contemplar los pasos que di antes, y puedo asegurar con una sonrisa de oreja a oreja que no cambiaria un segundo de esos momentos por todo el oro del mundo.

La suma de esos momentos es tu propia historia, es la que hace que te sientas vivo y que quieras contarle al mundo que lo estás... y yo quise contárselo a ustedes.

domingo, enero 13, 2008

Hojas verdes

Ayer mientras conversaba con mi esposa acerca de las celebraciones de Año Nuevo, recordamos la ultima vez que pasamos Año Nuevo como novios, fue en mi SERUMS, en un Restaurante Campestre, propiedad de un familiar de un amigo en común, hubo un grupo reducido de amigos, buena comida, un buen vino, y pudimos disfrutar del silencio que la noche regala a quienes se internan por un corto tiempo en lugares apartados del mundo urbano al que pertenecemos.

Sin embargo, este post no habla de como un joven médico pasó un Año Nuevo con su novia hace 8 años sino de lo que sucedió un par de días después.

En aquella oportunidad, por obra y gracia de la SubDirectora del Hospital Cabeza de Red, trabajé el 31 de Diciembre, este trabajo no lo hice en mi Posta sino que me llamaron a que cubra turnos de Consultorio en el Hospital mientras los médicos encargados obviamente desaparecían en un tronar de dedos (derecho de piso le dicen) dejándonos a los serumistas a cargo de todo.

Al volver a mi Posta, el 2 de Enero, la enfermera (que vivía en la Posta) me cuenta que un niño había fallecido, y que el padre me estaba buscando para que le firme el Certificado de Defunción.

Apenas escuché eso, pues vino el sobresalto, y las preguntas clásicas como, que pasó, cuando falleció, si vino aquí, si yo lo conocía, vinieron tan rápido que la enfermera no sabía cuál responder primero.

Cuando se te va un paciente, un cúmulo de sentimientos encontrados y sensaciones poco agradables pueden acudir a ti, pero si este paciente es un niño, elévalo a la n potencia y aun así no tienes ni idea de lo que se siente.

Ya estaba comenzando a agarrarme de cabezazos contra la pared cuando la enfermera me contó la historia:

Resulta que, en efecto, ese niño fue llevado por su madre a la Posta hacía aproximadamente un mes, al recibir la descripción de la madre y del niño los recordé, en realidad, el niño de unos 9 meses de edad venía en aquella ocasión por un control, tenía un leve problema nutricional, y había estado resfriado los últimos días, le deje unos sintomáticos de acuerdo a su peso, consejos nutricionales y le pedí a la madre que lo traiga la semana entrante.

Nunca lo trajo de vuelta.

La enfermera me contó que, una semana después en sus visitas domiciliarias encontró a la madre y le recordó la cita, a lo que ella respondió que iría pero que ahora no estaba viviendo en la casa que tiene en el pueblo sino en su chacra, y que el niño estaba allá, lamentablemente no volvió.

En medio del relato apareció el padre del niño, quien luego de saludar me pidió que por favor le firme el Certificado de defunción…

Aquí un punto aparte, el Certificado de Defunción solo puede ser expedido por dos médicos, el que atendió al paciente en su última enfermedad o el que certifica que en realidad el paciente ha fallecido; y yo no era ninguno de los dos.

Sin embargo, yo era el único medico en kilómetros a la redonda, y solo mi firma podía permitir que la municipalidad autorice a este señor a sepultar a su niño.

Solo tenía una cosa por hacer, ir a la casa del señor, entrar al velorio, verificar el fallecimiento… y que este no haya sido por alguna razón que me tenga sentado frente a un Juez declarando, el padre entendió mi posición y accedió a guiarme a su casa en el campo.

Fuimos en auto hasta donde nos permitió la generosa geografía de la ceja de selva peruana, y desde ahí 3 horas a pie bajo el abrasante sol en subidas y bajadas me hacían reconsiderar si no hubiera sido mejor firmar el dichoso papelito, hasta que al final de la subida mas larga, llegamos a una meseta donde estaba asentado el poblado anexo donde vivían unas 10 familias, entre ellas la del señor.

En medio de la meseta, unos hombres con serruchos y lijas estaban haciendo un pequeño ataúd, el padre se dirigió hacia la izquierda, donde se llevaba a cabo el velorio, pude notar la cara de sorpresa de la gente al verme aparecer en medio del cuarto principal de la casa.

Conversamos con la mamá, le pedí que por favor me acompañara a revisar al niño, mientras le pedía que por favor me comente lo sucedido; al contrario de lo que yo suponía, la mamá estaba bastante tranquila, me comentó que el niño mejoró discretamente y por eso no lo llevó a la posta, pero una semana después un cuadro de diarreas y fiebre hizo que los padres lleven al niño a la ciudad, sin embargo no fueron al Hospital, sino a ver a un médico particular.

Este médico le dejo una medicación intramuscular (vi la receta), y lamentablemente el niño empeoró los síntomas progresivamente, los días siguientes presentó edema generalizado y finalmente falleció el día previo.

Al pensar en dónde estuvo el punto de quiebre que llevó a este desenlace, uno piensa en varias cosas, como en porqué no volvió a la posta, ¿es que acaso no les agradó el servicio? ¿O es que el médico no les inspiró confianza?

¿Es posible que los padres, al no tener información, simplemente hayan pensado que al llevarlo a la ciudad iba a tener mejor tratamiento?

O es posible que simplemente el sistema no funcione, como en muchas partes, si los sistemas de salud tienen fallas incluso en países desarrollados, en el Perú el sistema de salud esta en pañales sucios, gotea por todos lados.

En un sistema de salud óptimo, con una familia educada y concientizada este niño hubiera vuelto así los síntomas mejoraran, no hubiera saltado pasos previos y probablemente de acuerdo a la severidad de la enfermedad hubiera terminado en el Hospital siendo manejado y recibiendo al menos una oportunidad, lamentablemente la falta de información y en gran parte la falta de confianza que inspira el sistema de salud en todos sus niveles hace que la historia de ese niño se repita en muchos otros sitios con finales igual de dramáticos.

Hubiera pensado que el problema aquí era la falta de dinero, sin embargo esta vez no fue el caso, plata hubo, la cantidad de cajas de cerveza en la mitad de la meseta me lo decía, el alambique donde fabricaban el aguardiente que comercializaban también, ni tampoco la falta de interés o el descuido de los padres, el hecho de que realizaron un viaje algo largo hasta la ciudad desde su chacra con el propósito de que su niño sea atendido lo muestra.

Firmé el Certificado de defunción mientras escuchaba al padre mencionar que el médico particular que lo había atendido y le había dejado la Amikacina para la diarrea no estaba en su casa en Año Nuevo, y volví a la posta pensando en cuanto tiempo tendrá que pasar hasta que se tenga un Sistema de Salud que inspire confianza y eduque a su población.

Mientras regresaba, con la garganta seca producto del aguardiente que ingerí de un solo golpe al recibir el ofrecimiento del vaso de “agua” según el padre en medio del inclemente calor, y del que me di cuenta demasiado tarde, también pensaba en que manera este episodio afectaría mis futuras decisiones o si simplemente quedaría en algún lugar de la memoria donde los recuerdos pierden ese nombre.

Ocho años han pasado, y mi primer Certificado de Defunción debe todavía estar anexado en algún empolvado archivador en la Municipalidad de aquel lugar tan pequeño en la montaña, así como también esta guardado en un pequeño lugar de mis recuerdos, donde están todas aquellas cosas que debes recordar para no caer en errores propios y ajenos.

Hoy leo por las noticias que hay una nueva huelga del sector salud, no conozco los términos ni las peticiones, pero con recordar en qué condiciones se trabaja, y el desorden que existe, no es muy difícil imaginar qué es lo que están pidiendo.

No todas las historias tienen finales felices, ha pasado tanto tiempo y tanta gente, y parece que no hemos aprendido siquiera que para hacer una casa, necesitamos planos, materiales y albañiles.

Talvez esto sucede porque quienes toman las decisiones solo se preocupan por lo que le falta a la gente cada 5 años.

Pero eso, talvez, sea otra historia.

martes, enero 08, 2008

De ausencias y un nuevo año

Después de tres meses, lo cual es un montón aquí en la web (considerando que hay quienes escriben más de un post al día) y de haber sido dado por desaparecido en acción, he decidido dar señales de vida y asomar la cabeza fuera de la madriguera en la que estuve hibernando durante todo este tiempo.

En estos tres meses estuve discretamente sobrecargado de trabajo, como resultado de ello ya tengo un articulo mas en mi CV, no esta mal, aunque podría estar mejor, aún me falta afinar un poco los detalles para este año tener la tesis lista, aunque el doctorado todavía se acabe en dos años.

Algo que no comente en los posts previos fue que me mudé, pase de mi pequeño cuarto en un dormitorio de estudiantes a un departamento en una zona bastante cercana a la Universidad, cerca a un supermercado y a un Colegio Primario; la razón de esta mudanza: la venida de mi familia que se hizo efectiva en este pasado Diciembre.

Cuando uno alquila un departamento, según lo que yo había escuchado de algunos amigos, te daban un departamento con todo instalado, incluso con cocina, focos, etc. El amigo que me estuvo ayudando a conseguir el departamento me dijo: “Usualmente esos departamentos son para estudiantes extranjeros”, me dejo pensando… ¿y yo que soy?

Antes que le pudiera responder, continuó: “El departamento que te estamos consiguiendo es para japoneses”, habitualmente cuando un japonés se muda, no desea usar absolutamente nada que haya sido utilizado por otra persona, de manera que el dueño renueva absolutamente todo lo que se pueda renovar y el nuevo inquilino tiene que comprar todos los accesorios (llámese cocina, focos, e incluso el aire acondicionado)

Cuando fui a ver el departamento por primera vez, estaba en plena reparación, lo acababan de pintar, le estaban colocando nuevos papeles a las paredes de la entrada, y estaban poniendo los nuevos pisos, las puertas estaban fuera de los marcos… lo de renovar el departamento era llevado al pie de la letra.

El costo de toda la gracia era realmente exorbitante para mi, en realidad alquilar un departamento en Japón es una de las cosas mas caras que puedes hacer aquí, el costo de las garantías es altísimo, en algunas ocasiones mas de 5 veces el precio del alquiler, y en caso de retirarte del departamento no recuperas gran cosa de esa garantía.

Gracias a mi profesor que hizo de garante (un extranjero no puede alquilar un departamento a menos que tenga un garante japonés) y me apoyó consiguiéndome un trabajo adicional dentro del mismo laboratorio con subvención de una empresa farmacéutica, pude ahorrar lo suficiente para poder cubrir parcialmente los gastos, el resto es un préstamo de un primo, según el nos estamos ayudando mutuamente, yo necesitaba el dinero y el necesitaba alejar la tentación de tener la plata cerca y desaparecerla en actividades nocturnas.

Por supuesto, había que comprar la cocina, con un amigo conseguí una refrigeradora de unos muchachos que estaban regresando a su país, así como el microondas, aprendí a usar yahoo auctions para comprar mesa y sillas (se ahorra bastante), en el centro de reciclaje encontré un escritorio casi nuevo que me lo dieron gratis, y poco a poco el vacío departamento tomo forma de lugar donde alguien puede pernoctar.

Obviamente, todas esas cosas debían ser realizadas los fines de semana, de manera que lo último que hice (la compra de los futones) fue durante el último fin de semana antes que mi familia llegue a estas tierras.

Habían pasado dos meses bastante ajetreados, y había que viajar a Tokyo a recogerlas, ya que no existía ningún vuelo que venga directamente a Osaka según la ruta que estaban utilizando, de manera que tras viajar en bus toda la noche, llegue a Tokyo, para luego ir a Narita, el lugar donde queda el Aeropuerto Internacional.

Hay situaciones que lamentablemente se repiten, cuando este servidor llegó por primera vez a estas tierras del anime, del manga y del PS3, mis maletas se quedaron celebrando el día de la Medicina Peruana en algún oscuro recinto del aeropuerto de Toronto; en esta oportunidad, las 5 maletas de mi esposa y mis hijas tuvieron la misma suerte. Tuvimos que esperar 3 días para que las maletas aparezcan y un día más para que las traigan a casa.

A pesar del problema de las maletas el viaje de regreso fue bastante entretenido, mis hijas nunca habían viajado en tren y en su segundo día en Japón ya habían sido testigos de la velocidad del Shinkansen (tren bala).

Finalmente llegamos a Osaka y al departamento, así se dio inicio a este último mes que ha significado, entre muchas cosas, retomar la vida en familia, abandonar algunos hábitos como usar la computadora hasta que me quede dormido encima del teclado y adoptar otros como tomar desayuno todos los días y perseguir a la más enana para que tome su leche. Sumándole pasar Navidad y año Nuevo con ellas diría que el saldo fue más que positivo en este último mes.

Sin embargo, no todo fue bueno, al mismo tiempo que mi esposa y mis hijas estaban aquí, mi padre buscando una segunda opinión por una gastritis, fue con un gastroenterólogo amigo mío quien le hizo unos exámenes de rutina, y encontró algunos problemas renales, en este momento esta en estudio con otro amigo nefrólogo, aunque aparentemente el problema, cualquiera sea este, pareciera que ha disminuido, tenemos que estar seguros de que se trata para respirar tranquilos.

Y bueno, además de todo esto, mientras ideaba una manera de entretener a mis hijas, se me dió por inventar un cuento, como desde hace mucho tiempo me han entusiasmado mucho los relatos de fantasía, juegos y demás tipo Calabozos y Dragones, pues me puse a escribir en mis fines de semana algunas cosas para ellas, cuando me di cuenta había terminado un relato que bien podría convertirse en algo mas grande, ahora cada vez que puedo avanzo un poco y le voy contando la historia a mi hija mayor, quien no para de preguntarme como siguen los relatos.

Es así como después de unos nada tranquilos 3 meses, vuelvo a estos lares, trataré de visitarlos con cierta frecuencia y de dejar de vez en cuando alguna historia de aquel lado de la medicina que no habitualmente no se conoce, y también de vez en cuando mostrarles un poco de estas tierras de oriente y de su gente.

Mas vale tarde que nunca, espero que hayan pasado una muy feliz Navidad los que la celebren, y que este año que acaba de empezar se acerquen un poquito mas o finalmente se abracen a las metas que se han trazado.

Es bueno estar de vuelta.